SUGAAR SUGAAR SUGAAR SUGAAR ("Suge" / serpiente y "ar"/macho) ("Su" / fuego y "gar"/ llama )
Es una divinidad de la mitología vasca precristiana. Conocido según las zonas, como Suarra, Sugahar, Sugoi, Maju o Maiu. Es una enorme y terrible serpiente macho que habita en las profundidades de la tierra y sale a la superficie por simas o cuevas. Es la pareja de Mari, la diosa suprema de la mitología vasca. La representación gráfica de Sugaar es en forma de LAUBURU (cuatro cabezas). Las cabezas de la vertical representan
este apareamiento, el rayo simbolizaba el poder fertilizador del principio masculino celeste que penetraba por las simas y cavidades uterinas. Este fenómeno atmosférico fue interpretado como una serpiente-rayo (relacionado con los elementos masculinos fuego y aire). Nuestras antiguas creencias eran de carácter Ctónico, teniendo todas sus criaturas su morada en la Tierra y no en el firmamento, que aparece como un pasaje vacío por el que Mari o Maju viajaban de montaña en montaña o pastoreaban rebaños de nubes. Aún se dice que se puede ver a Sugaar surcando el firmamento en forma de hoz o media luna de fuego, y que esto es también presagio de tormentas y tempestades. Sugaar el dragón aparece vinculado al interior de una cueva, que representa para los pueblos primitivos como el pueblo vasco el útero de la Diosa-Madre dónde se unen los dos principios que originan la vida. Sugaar, en última instancia debe ser entendido como una emanación de la propia Diosa (símbolo del Todo) que
los elementos del fuego y agua. Por su parte, las cabezas horizontales simbolizan los elementos aire y Tierra. Ambos formaban una pareja divina y ctónica y poseían el poder supremo de crear y destruir. Para nuestros ancestros, la unión sexual entre el Padre Cielo y la Madre Tierra se producía durante las tormentas, ya que de dicho encuentro surgía la lluvia seminal que fecundaba las cosechas. En
eme (femenino), pero que también lo podemos interpretar desde la manifestación dinámica de estas dos energías, así tenemos: Har (tu) del verbo “coger, tomar” y eman, del verbo “dar, ofrecer”. Nos encontramos pues, una hermosa síntesis lingüística y filosófica de las dos polaridades energéticas de la naturaleza, cuya complementariedad (harreman) conforman la unidad primordial de todos los seres y procesos naturales.